Reseña de
El trasfondo
biopolítico de la bioética
Anna Quintanas ( ed.)
Girona : Documenta
Universitaria, 2013
Escrita por Luis Roca Jusmet
Esta publicación me
parece muy interesante. Me lo parece porque el horizonte de la
biopolítica, abierto por Michel Foucault en algunos de sus últimos
seminarios, es un campo de estudio fundamental para entender
críticamente el mundo en que vivimos. Campo que en nuestro país,
por cierto, ha sido poco trabajado. Anna Quintanas, profesora de la
Universidad de Girona, es una de las excepciones, junto a otros
filósofos como Francisco Vázquez García o Francisco Javier Ugarte,
entre otros. El libro que coordina reúne diferentes estudios sobre
el tema, de un interés desigual pero que en conjunto nos dan en
conjunto una obra muy válida. Recogen un ciclo de seminarios, de
carácter internacional, organizados por la coordinadora del libro en
la Facultat de Lletres de la Universidad de Girona.
El título es algo
retórico porque la mayoría de artículos son o de biopolítica o de
bioética. El artículo de Anna Quintanas, que sintetiza muy bien la
línea que abre Foucault y que tiene hoy como mejor representante a
Nikolas Rose, es el que relaciona de una manera precisa la bioética,
la biopolítica y el neoliberalismo. De hecho una de las mayores
virtudes del libro es que nos permite la lectura de un potente
artículo de Nikolas Rose. Este profesor de Sociología ( y Director
del Departamento de Ciencias Sociales, Salud y Medicina del King´s
College de Londres ) es uno de los que han analizado de una manera
más lúcida y con mayor base empírica la relación entre la
biopolítica y el neoliberalismo. Me parece que es la más
consistente y fecunda línea de elaboración de la biopolítica.
Mucho más que la abierta por filósofos más mediáticos y de culto,
como Giorgio Aganbem y Roberto Expósito, de los que más tarde
hablaré. De Rose se han traducido pocos textos en castellano. Por
una parte dos artículos muy interesantes que aparecieron en la
revista de crítica de la cultura Archipiélago, hace años
desaparecida. Por otra la traducción por parte de la Universidad
Pedagógica de la Provincia de Buenos Aires del mejor libros de Rose,
"Políticas de la vida", no se ha distribuido en España. Y
el único artículo que trata de Rose con seriedad es el Francisco
Vázquez García "Empresarios de nosotros mismos" ( que
está en su libro Tras la autoestima). El libro que
nos ocupa es una oportunidad excelente para conocer a
Nikolas Rose.
La primera parte se titula
precisamente “Las políticas de la vida del siglo XXI”. Rose
define muy bien la herencia de Foucault : el trabajo de campo en
filosofía. Se trata de extraer de las prácticas humanas concretas
los conceptos que conllevan. Como dijo Foucault en una ocasión, la
ciencia hace visible lo invisible y la filosofía hace visible lo
visible. No se trata de buscar lo oculto tras las ideologías sino de
explicitar lo que hay de implícito en estas prácticas. Se trata de
analizar más específicamente la biomedicina, que implica toda una
serie de supuestos e implicaciones. La primera es la creencia que la
medicina debe basarse exclusivamente en la biología. La segunda es
hacer a los ciudadanos responsables de su propia salud. La tercera es
es que la medicina se ha convertido en uno de los grandes negocios
del capitalismo actual. La cuarta es que la medicina ya no es un
poder que descansa en el médico sino que se somete a un gran aparato
de control y de regulación. Todo ello implica una transformación
radical de lo que entendemos por vitalidad., cuya base es lo
molecular. Hay igualmente una idea de optimización de la vida. Pero
también supone la idea de que todos estamos potencialmente enfermos.
Finalmente una idea de la ciudadanía basada en un concepto activo de
nuestra biología. Somos cuerpos, pero no cuerpos programados sino
con capacidad de auto programación, es decir de autoprogramación,
basado sobre todo en la plasticidad neuronal. Las preguntas kantianas
¿ que puedo saber ? ¿ que debo hacer ? ¿ que puedo esperar se
remiten hoy a la neurociencia. Surge una ética somática vinculada
al biocapital. Esto nos conduce a la segunda parte del artículo:
"Las neurociencias y sus implicaciones sociales". El siglo
XXI será seguramente el neurosiglo. Las consecuencias serán
importantes. Dejamos de lado la hegemonía del discurso
psicológico-terapéutico ( del que nos hablaba la socióloga) Eva
Illouz. Ahora nos es la psique sino el cerebro el concepto clave. Las
neurociencias son el proyecto interdisciplinar para conocer el
cerebro. Posteriormente se convierte en tecnología y a partir de
ella en capital mental. Es el capital almacenado en la salud. Los
remedios no pasan por las terapias sino por los psicofármacos.
El otro artículo imprescindible del
libro es el de Dominique Memmi, Directora de Investigación del
Centre Nacional Scientifique y una brillante investigadora de
biopolítica contemporánea. El texto es tan interesante como
innovador. Empieza por una operativa definición de biopolítica :
"Es la administración en la vida pública de la relación de
cada uno con la reproducción, la enfermedad y la salud, la vida y la
muerte". La biopolítica es reglamentación y como tal se basa
en la eliminación de lo singular, aunque aparentemente se dirija los
individuos.La autora considera que no hay que definir la biopolítica
como liberal, no hay una relación directa entre ambas nociones. La
biopolítica ordinaria se basa en la hegemonía de la psicología,
como disciplina y profesión, y en el saber neurálgico que de ella
deriva y su institucionalización. Dominique Memmi analiza los
gobiernos de la conducta que derivan del biopoder en Francia a partir
de los años 70. En primer lugar un gobierno por la palabra, laico,
en la que se pretende que un sujeto idealizado sea capaz de decidir
sobre cuestiones referidas a su vida y su muerte. Siempre en diálogo
con el sanitario, que le orienta. Después aparece la bioética como
gobierno de los valores, en incesante apelación a las normas
dictadas por las comisiones de expertos en bioética. Más tarde hay
una bioética que vuelve a estar delegada a los pacientes y a los
profesionales. Hay una reapropiación del propio cuerpo por el
sujeto. A partir de los años 90 empieza lo que denomina el gobierno
de la carne. Se intenta materializar incluso la pérdida. Mostrar,
por ejemplo, los cuerpos de los bebés muertos. Hay en todo este
proceso una biopolítica de la institución como gobierno indirecto
de la vida cotidiana frente a la vida y la muerte donde se va
retirando progresivamente la intervención directa del Estado en las
decisiones. Las instituciones son maternales, no autoritarias. Hay un
análisis muy sugerente en este artículo, que presupone un rigor
empírico y una lucidez teórica a considerar. Autora que era para
mí, he de reconocerlo, una desconocida.
Los artículos de Nikolás
Rosa y de Dominique Memmi, junto al artículo más introductorio y
global de la propia Anna Quintanas, bien merecen la lectura del
libro. El resto, más prescindible. Por un lado tenemos una
derivación mucho más especulativa de la biopolítica, la que
representan Giorgio Aganbem y Roberto Expósito. El propio Expósito
escribe un artículo sobre democracia y biopolítica. Hay algunas
ideas sugerentes, aunque discutibles, como su análisis de la crisis
de la democracia a partir del giro biopolítico que conduce a los
ciudadanos, sujetos vacíos, al cuerpo vivo de los individuos y las
poblaciones. Pero peca de excesos retóricos y su propuesta para
remediar la enfermedad actual de la democrácia me parece
sencillamente incomprensible a nivel práctico. De Aganbem no hay
ningún artículo pero sí uno, el de Robert T. Valgenti, que
reflexiona sobre su Homo sacer. Pero
el artículo resulta tan retórico y poco claro como lo que critica.
El artículo de Terricabras, "Por una bioética como proyecto
global" me parece que responde más a la exigencia de publicarle
algo como director del proyecto que no a que tenga algo que decir
realmente interesante sobre la biopolítica. Más bien me parece que
no responde en absoluto a la línea de investigación abierta por
Foucault y continuada por gente como Rose. El artículo de Joan
Canimas intenta recuperar la propuesta de resistencia política de
Foucault pero en una linea que me resulta demasiado edificante, por
decirlo así. Falta la tensión interna de Foucault.
Otros
artículos hablan de bioética en un sentido más convencional, sin
tener nada que ver con la biopolítica. Son los de Antoni Defez y
Carla Carrera, sobre las problemáticas del suicidio y la eutanasia.
Los artículos, de todas maneras, abordan el tema con un rigor
crítico importante.
El
libro es, en definitiva, un intento muy positivo, que en alguna de
sus partes realiza de manera impecable, de relacionar la bioética
con una concepción fecunda de la biopolítica.
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