Escrito por Luis Roca Jusmet
Este artículo establece una primera hipótesis que plantea que la medicina científica se ha ido convirtiendo en una medicina tecnológica que ha olvidado al sujeto portador de la enfermedad hasta convertirlo en un cuerpo-objeto.
La segunda hipótesis es que este itinerario es solo uno de los posibles
de la medicina científica y que ésta no es incompatible con una
relación subjetiva entre médico y paciente. Esta reflexión me parece
necesaria y urgente porque un sector importante de los pacientes que
recurren a las llamadas medicinas alternativas lo hacen en muchos casos
porque encuentran en este ámbito a alguien que les escuche como sujetos
enfermos y no como portadores anónimos de una enfermedad. La Medicina
científica es la medicina hegemónica de la sociedad moderna y se
fundamenta en el paradigma positivista, que considera la ciencia como la
única forma válida de conocimiento. Pero también la Medicina. Como
otras ciencias, construye una historia mítica para darse coherencia y
publicidad. Y transforma lo que es un proceso complejo, influenciado por
el azar y la lucha de diferentes sectores de la comunidad científica,
en una historia lineal de carácter imaginario. En el origen de esta
historia se señala a Hipócrates
como el fundador de esta Medicina científica, pero en realidad la
medicina hipocrática no era muy diferente de otras medicinas
tradicionales ,como la india o la china, ya que todas tenían un
carácter empírico y una racionalidad propia basada en unos principios de
carácter especulativo. De esta forma Hipócrates
es el mito fundacional a partir del cual se constituye el Orden Médico
como un discurso normativo que garantiza un ejercicio de poder. Y esto
sucede a partir de la cohesión de una serie de colectivos heterogéneos :
( algunos filósofos presocráticos, los sacerdotes de Esculapio y los
cuidadores de los gimnasio) que pasan a constituir un orden cerrado y
jerárquico. Orden con un cierto aire iniciático,
y a que a través de un juramento ( el hipocrático) se sellará una
cohesión interna y una fidelidad que investirá a los médicos de un
mandato por encima de las leyes positivas de las sociedades y de los
individuos. Hipócrates
adquiere así el estatuto de Padre simbólico de la Orden, en la que
cualquiera que es investido se inscribe en una línea de filiación que
no tiene solo el carácter de transmisión de un saber sino también el de
una ética.
Este proceso posibilitará también una identificación imaginaria, que es
el del mimetismo del iniciado con esta imagen idealizada del médico.
La ciencia moderna se constituye en Europa en los siglos XVII-XVIII de la mano de
Galileo, Descartes y Newton y sus bases son el lenguaje matemático y el laboratorio.
Descartes
será un punto de inflexión al formular un discurso dualista sobre el
ser humano en el que el alma pierde su antigua concepción de principio
vital; éste se entendía como aquel cuya presencia o ausencia marcará la
diferencia entre lo vivo y lo muerto. El alma así entendida principio
era fundamental en la medicina hipocrática y era la base de la vis
natura medicatriz, el principio autocurativo
de la naturaleza que tiene que potenciar la acción médica. Pero con
Descartes el alma se identifica con la mente y el cuerpo entiende como
una simple unidad mecánica que se mueve en el espacio, uno de cuyos
mecanismos es el que propulsará la vida. A partir de esta concepción
Boyle, Hooke y Borelli plantearán una imagen del cuerpo humano
siguiendo el modelo hidráulico e hidrostático de las tuberías, los vasos
y los conductos como si fueran palancas, engranajes y poleas. Antonio
Damasio, neurocientífico
destacado y pensador muy lúcido ya advirtió el error de Descartes y sus
consecuencias para la medicina : el olvido de la mente y con ella del
ser humano como un todo .
Esta
visión posibilita la utilización del cadáver como el elemento central
para el estudio del ser humano desde el punto de vista médico. Si no hay
diferencia ontológica entre un cuerpo vivo y un cuerpo muerto entonces
podemos estudiar como funciona uno vivo a partir de otro muerto. La
muerte ya no aparece como antagónica de la vida sino como su desviación
patológica, perdiendo su sentido trágico : el cadáver se integra en todo
el aparato técnico y conceptual de la medicina, como el modelo perfecto
para estudiar la vida. Este proceso ha sido estudiado de manera
magistral por Michael Foucault al explicar la transformación que sufre
la mirada médica a partir del Siglo XVIII, desde el que que localiza el
mal en el cuerpo a partir de una medicina clasificatoria centrada en la
anatomía(4). La mirada médica se va librando de toda la
conceptualización
anterior ( de tipo imaginario y especulativo : esencias, especies,
individuos...) y pasa a entender la enfermedad como una entidad
depositada en el organismo, en el que sus signos locales son pistas para
detectar el trastorno orgánico funcional que la produce. Hay que
inducir y deducir a partir de los síntomas localizables
donde está la raíz orgánica de la enfermedad, que es el lugar preciso
donde se encuentra la anatomía patológica. Percibir la enfermedad es
percibir el estado del cuerpo, que es un espacio lleno de órganos
internos. Un organismo está enfermo por las influencias nocivas del
mundo exterior o por alteraciones fisiológicas o anatómicas interna,
pero siempre son los órganos los que sufren el trastorno, aunque sea
provocado por agentes externos. Todo esto implica, siguiendo a
Foucault, una reestructuración
de la mirada entre lo visible y lo invisible, es decir, entre lo que
vemos y lo que sabemos. Y esta mirada es la que organiza cada etapa de
la medicina, desde el vocabulario utilizado hasta la función del
hospital, pasando por la utilización del cadáver.
Es en el siglo XIX
cuando se constituye el discurso médico como un discurso de la ciencia
aplicada dependiente de una ciencia pura que es la biología. Claude
Bernard será el auténtico fundador de la medicina científica cuando
publica, el año 1865, su
Introducción a la medicina experimental, cuya base será el conocimiento fisiopatológico. Introduce también como elemento privilegiado
de la experimentación la vivisección de animales. Como ya señalaba
Descartes, el cuerpo ( del animal en general y del humano en particular)
funciona como un autómata ; sólo son necesarios el conocimiento de sus
piezas y sus mecanismos. Si se ha eliminado la diferencia esencial
entre un cuerpo vivo y un cuerpo muerto, ahora se elimina la que hay
entre un organismo humano y un organismo animal. Bernard
señala también un criterio de normalidad que es el de mantenerse en
unos mecanismos de equilibrio interno ( dentro de la autonomía que
permite el rígido determinismo de las leyes naturales). El autor marca
los tres puntales de la medicina científica : la fisiología, la biología
y la farmacología.
Las primeras son ciencias puras y la tercera es una ciencia aplicada,
pero las tres son ciencias experimentales. Es la victoria definitiva del
mecanicismo sobre el vitalismo. El organismo aparece entonces como una
unidad dominada por factores orgánicos internos y la normalidad se
establecerá por las variables estadísticas que marcarán la diferencia
entre lo normal y la anormal. La enfermedad se entiende entonces como un
desorden cuantitativo, es decir, como una función anormal por un nivel
perturbado, exagerado o anulado del órgano.
En este proceso los síntomas subjetivos van perdiendo peso delante de los signos objetivos: el laboratorio y el hospital pasan a ser los escenarios centrales del discurso y la práctica médicas, que serán los lugares de observación y control que posibilitarán una práctica sistemática. Pero en el siglo XX, a partir de los descubrimientos de Louis Pasteur ( en Francia) y Robert Koch ( en Alemania) se establecerán dos cuestiones nuevas que serán determinantes : Los agentes patógenos ( bacterias y virus ) son los elementos externos de carácter agresivo que perturbarán el funcionamiento orgánico interno normal. El agente curativo son los fármacos (antibióticos y vacunas fundamentalmente) Pero una última fase, a finales del siglo, es el descubrimiento de la de la genética y su incidencia en las enfermedades, que marcará un factor interno frente a la determinación anterior del condicionamiento externo.
Paralelamente a este proceso, a partir del siglo XVII
tuvo lugar un importante cambio en el interior del Orden médico, que
fue el de la incorporación de los cirujanos, ya que hasta entonces el
corpus hipocrático consideraba su trabajo ( más manual que intelectual)
como claramente inferior. Hasta esta época ni siquiera tenían una
formación académica y estaban organizados en gremios independientes de
los médicos, pero poco a poco fueron adquiriendo una posición elitista
en el interior del propio cuerpo médico.
El lugar ideológico
que ocupa desde entonces la medicina respecto a la ciencia es
paradójico: por un lado su carácter aplicado la sitúa en un lugar
secundario respecto a las ciencias puras ; por otro dignifica el
carácter benéfico y humanitario de la propia ciencia, frente al carácter
devastador de la tecnología armamentista química y atómica. Pero todo
este proceso se da en un contexto muy preciso, que es el de la sociedad
capitalista, en la que todo se valora en función de su carácter
mercantil, es decir del beneficio que puede reportar. De esta forma lo
que tenemos es la constitución de una medicina absolutamente rentable
basada en el papel predominante de la farmacología y la cirugía . Hay aquí dos elementos clave :
En primer lugar la transformación de empresas químicas en las grandes multinacionales farmacéuticas.
Es el negocio con más beneficios del mundo, sobre todo por la
consecución de patentes, tanto en lo referido a los fármacos como a la biotecnología.
En
segundo lugar la aparición de una medicina del deseo. El cirujano deja
de ser un especialista en la extirpación ( que llega a su capacidad
máxima con la invención de la anestesia y la desinfección del
instrumental) en reparación sustitutiva ( prótesis, trasplantes ) y más
tarde las técnicas de reproducción artificial.. Se convierte por tanto
en un profesional capaz de cambiar el físico o el sexo al ahora llamado
cliente ( en lugar de paciente).
Lo que resulta de todo esto es una medicina rentable, capaz de generar
inmensos beneficios en el mercado capitalista. Y esta medicina, centrada
en el laboratorio y el hospital tiene unos efectos también paradójicos
sobre el paciente : por una parte le despoja de su subjetividad
y por otra lo convierte en un consumidor perfecto. En todo este proceso
está claro que el medico de cabecera ( hoy médico de familia) y la
asistencia primario es lo que resulta menos rentable y por tanto menos
interesante para esta medicina capitalista.
La medicina se convierte en la ciencia de la enfermedad y ésta aparece como una perturbación que hay que combatir. Pero el problema de fondo de todo este proceso es que la constitución de una medicina científica, es decir objetiva, ha llevado a la desaparición del sujeto médico y del sujeto enfermo. El médico deja de entender su trabajo como una maestría, basada en el buen hacer que deriva de su experiencia singular. Pierde la capacidad de “palpar” el cuerpo para descubrir sus tensiones y crispaciones, que puede corregir o confirmar la localización subjetiva que hace el paciente a través del dolor . Y pierde también la capacidad de escuchar la palabra del enfermo, cuando el lenguaje, no lo olvidemos, es lo que nos humaniza. Sin él no hay diferencia entre un médico y un veterinario. El médico pasa a ser entonces un técnico especializado que aplica asépticamente un procedimiento neutro, en el que tanto el diagnóstico como el tratamiento tiene un carácter exclusivamente objetivo.
Los médicos tratan de esta manera con enfermedades y no con enfermos, que ya no existen como un discurso biográfico portador de sufrimiento y malestar. La palabra del enfermo no tiene valor, es solo la expresión molesta del ignorante que debe escuchar y obedecer lo que le dice el único que sabe de lo que habla, que es el médico.
A partir de los años 60, especialmente por la influencia del libro del inclasificable Ivan Illich titulado Némesis médica, aparece un movimiento crítico hacia la medicina oficial que recogerá, entre otros aspectos, el tema de su deshumanización . Tiene que ver, por ejemplo, con el auge de la homeopatía, que sabe recoger la demanda del enfermo de ser escuchado y atendido en su malestar personal. La cuestión que se plantea es si la enfermedad tiene un significado personal para el enfermo, más allá de su dimensión física.
Una propuesta interesante es la del médico y psicoanalista argentino Luis Chiozza, que distingue entre causa y sentido de la enfermedad. A medida que la medicina progresa tecnológicamente, nos dice, va quedando insatisfecha la pregunta con la cual la enfermedad siempre nos enfrenta ¿ Porqué ha sucedido ? Y aunque tengamos los factores objetivos que la explican estos aparecen como necesarios pero no como suficientes y nos conducen a una pregunta más profunda. Y esto nos remite a lo psíquico, entendido como la significación subjetiva que damos a los hechos y a los procesos objetivos que conforman nuestra vida. Y aunque la causa de la enfermedad no sea psíquica tampoco podemos que transcurra independientemente de nuestra historia personal. Y aquí no estamos hablando solo de cuestiones psicosomáticas, en el sentido que una alteración funcional pueda ser provocado por un estado de stress o de tristeza, sino que hablamos de la significación subjetiva de cualquier proceso patológico, aunque éste pueda ser explicado en términos físicos.
El enfermo es un
sujeto que sufre y este sufrimiento está enmarcada en un contexto
cultural y personal desde el cual la enfermedad adopta un determinado
sentido. Y la propia enfermedad es una historia particular que se
enmarca en la historia global del sujeto. En este sentido me parecen
interesantes algunas obras literarias en la que esto se manifiesta la
cuestión, como la novela La hermana del escritor húngaro Sándor Márai.
Volviendo a la diferencia que establece Chiozza
entre causa y sentido de la enfermedad, lo que éste plantea es que una
cosa es la causa ( por ejemplo una infección vírica) y otra es la
comprensión de cual es el estado psíquico en que aparece esta infección y
cuales son las significaciones conscientes e inconscientes que el
sujeto le da a la enfermedad. Víctor Van Weizsäker,
uno de los grandes médicos humanistas, se preguntaba siempre qué es lo
que le dice la enfermedad al enfermo . El médico también debe ayudar al
paciente en la reflexión sobre esta cuestión. El médico debe recuperar
su papel de contribuir a la salud, entendido como equilibrio
psicosomático,
y no sólo combatir la enfermedad. Y siempre debe respetar al paciente
como sujeto que tiene responsabilidad sobre su vida y su muerte. La
conversación entre médico y paciente no puede ser sólo un interrogatorio
para la anamnesis, no es solo un medio para el diagnóstico. La
conversación implica diálogo, es decir, dos lógicas que se relacionan,
que entran en contacto y, porque no, quizás en conflicto.
Luis Chiozza nos propone un estudio patográfico del paciente que se construiría en diferentes apartados :
. Descubrir si, al margen de la razón consciente, hay un motivo inconsciente para la consulta.
.
Explicitar cual es la teoría consciente y la fantasía inconsciente que
tiene el paciente sobre su enfermedad y posible ( o imposible )
curación.
. Conocer la biografía del sujeto, con las situaciones dramáticas y las crisis importantes.
.
Saber el momento personal que coincide con el desencadenamiento de la
enfermedad y el papel simbólico que le atribuye el sujeto.
Quizás esta última terminología pueda provocar reservas entre algunos médicos porque está muy impregnada de planteamientos psicoanalíticos que algunos pueden cuestionar. Pero en todo caso creo nos da un ejemplo útil, una pista de como construir esta historia patográfica y de como a partir de ella establecemos un diálogo con el enfermo. Creo que es incuestionable que la actitud del paciente hacia su enfermedad no es independiente del proceso de curación De lo que se trata, en suma, es de complementar la visión objetiva y científica de la enfermedad con algo que se ha perdido en el proceso, que es la consideración subjetiva del enfermo. Y también recuperar el papel del médico como sujeto que mantiene una conversación con el paciente. Esto, evidentemente, sólo es posible a partir de la formación global y la potenciación del médico generalista y de la atención primaria. Y a partir de una utilización racional de la tecnología médica y un uso moderado de los medicamentos. No debemos olvidar las farmacéuticas son uno de las grandes multinacionales y su única lógica es la acumulación de capital. Su objetivo es convertir a cada ciudadano en un cliente, es decir en un enfermo o en un consumidor de estética.
Estas
reflexiones no son las de un médico sino las de un ciudadano crítico,
que quiere una máxima autonomía y responsabilidad de su salud. Pero
también de un ciudadano de izquierdas preocupado por la salud pública
que considera que ésta no depende únicamente de la distribución de
recursos.Son los mismos recursos los que deben replantearse para llegar
al fondo de la cuestión.
Hola Luis,
ResponderEliminarRecuerdo una escena de la película “La escafandra y la mariposa”.
El médico dijo al paciente cuadripléjico que recién conocía_ Quédese tranquilo, yo soy su amigo
El paciente que no podía hablar pensó._ Yo no quiero que sea mi amigo, quiero que sea mi médico
De hecho, yo hubiera tenido el mismo pensamiento.
La actitud del paciente con su enfermedad será la misma que adopta con todo lo que hace a su estar en el mundo.
La experiencia me ha indicado que a cuanto mayor comprensión y empatía hacía el paciente, menor conocimiento del médico tratante.
Y los pacientes dirán: Es una eminencia…. (De demagogia añadiría)
La gente cultiva el animismo primitivo y se fascina con los milagros. Los homeópatas lo saben y
dan nombre de fantasía a fármacos convencionales mezclados con extractos de plantas como
Ginkgo Biloba, guanábana, etc., de ahí que remitan a una determinada Farmacia o se encargan
ellos mismos de entregarlos.
Desde otro lugar, hubo gloriosas estafas como la del Dr. Hamer, y la nueva medicina germánica quien instaba a sus pacientes oncológicos a meditar sobre el origen del mal que era un correlato físico de una afección psíquica al tiempo que los inducía a abandonar los tratamientos convencionales.
Ocupen o no el lugar del poder, particularmente sostengo la crítica desde otro lugar; los conocimientos teóricos avanzan pero muchos médicos no se encargan de adquirirlos, les falta una visión global y tratan los signos desde el lugar donde aparecen sin relacionarlos con todo el organismo.
El juramento hipocrático es una formalidad conservada, en idéntico sentido los abogados cuando reciben el título. Solo se trata de un ritual mecánico.
¿Una medicina rentable? Evidentemente , la labor de los clérigos también es rentable.
Un abrazo,
Bueno Inés, ignaguras los comentarios a este nuevo blog de una manera espléndida. Gracias.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo. El médico no debe ser paternalista ni intentar conducir el alma del paciente, ni siquiera ( como dices ) ser empático. Debe ser un buen profesional que domina el arte. Y el arte no es solo teconología. Es intuición y es conocimiento global. Pero el médico no debe dirigirse tampoco al paciente como un objeto. El sujeto médico, con su autonomía, debe dirigirse al sujeto enfermo, con su autonomía. Pero el sujeto enfermo es quién decide. No hay relación de poder, no debería haberla.
Un abrazo