Escrito por Luis Roca Jusmet
Aunque estamos en una sociedad dominada por el discurso médico
cientificista, el carácter abierto y pluralista propio de nuestra época
hace que éste coexista con otros que, no por no ser hegemónicos, tienen
un carácter marginal. La noción de paradigma la
formula un historiador de la ciencia, Thomas S. Khun, el año 1962 y
produce un gran impacto entre los científicos y filósofos.1 Define el
paradigma como “Una realización científica universalmente reconocida
que, durante cierto tiempo, proporciona modelos de problemas y
soluciones a una comunidad científica. Se sitúa siempre en un contexto
histórico y determina los criterios de clasificación, de las
posibilidades y de las limitaciones de un campo de saber.” Siete años
más tarde escribe una post-data (que aparece en las siguientes ediciones
del libro) en la que formula una nueva definición de paradigma como
“una matriz disciplinal que incluye unas generalizaciones simbólicas
(principios teóricos), unas partes metafísicas (analogías, modelos
implícitos, metáforas), unos valores y unos ejemplos compartidos. Esto
quiere decir que en toda ciencia hay mezclados aspectos descriptivos y
normativos, y por lo tanto siempre interpreta los hechos, nunca los
muestra como un espejo. Señala también la inconmensurabilidad de los
diferentes paradigmas, ya que parten de planteamientos básicos
radicalmente diferentes. Cualquier intento de traducción es, por tanto,
fallido. Posteriormente, el año 1987, matizará estas cuestiones. Khun
insiste en que no se pueden definir los términos de una teoría con el
vocabulario de la otra porque no hay una medida común. Pero que sean
inconmensurables no quiere decir que no puedan compararse. Porque el
hecho que los términos de una teoría con paradigma diferente no pueden
traducirse a otra no quiere decir que no haya interpretación posible por
alguien que domine los dos lenguajes. Es cuestión de entender lo que
cada cual quiere decir en su teoría, a través de sus conceptos y
compararlo con lo que dice el otro, ya que la referencia es común. Es
decir, aunque el significado de enfermedad sea diferente para un
homeópata, para un médico cientificista y para un acupuntor, hay un
referente común, ya que los tres piensan y hablan sobre el mismo proceso
que le está pasando a una persona. A partir de esta interpretación de
lo que dice el otro, aunque no sea posible la traducción puede serlo el
diálogo.
En segundo lugar utilizaré también la noción de modelo, tal como la presenta el antropólogo François Faplantine, en un estudio etnológico muy riguroso que publicó en Francia el año 1981 sobre los sistemas de representaciones etiológicas y terapéuticas en la sociedad occidental contemporánea. Lo hará a partir de fuentes históricas, entrevistas a médicos y pacientes y del estudio de la literatura médica dirigida al gran público y de textos literarios en los que aparece la enfermedad de forma significativa. Faplantine define el modelo como una construcción teórica que interpreta (de manera consciente o no-consciente, implícita o explícita) la enfermedad y la curación. El término modelo es más restringido que el de paradigma, por lo que consideraré que el segundo tiene un sentido más amplio que el primero.
Se trata por tanto de comparar los paradigmas y modelos (para lo cual
es interesante considerar las metáforas utilizadas) dejando claro que
dos modelos diferentes son sólo relativamente contradictorios si
comparten un paradigma común que posibilita un lenguaje común. Pero si
los paradigmas son diferentes entonces son absolutamente
contradictorios, por lo menos a nivel teórico, ya que no hay un lenguaje
común y por lo tanto son inconmensurables.
Los
discursos que consideraré son el oficial- cientificista, el
homeopático, el de la medicina tradicional china y el de la llamada
medicina cuántica.
El paradigma de la medicina cientificista se basa en una antropología
materialista-mecanicista, un método hipotético-deductivo y analítico, un
modelo ontológico y negativo de la enfermedad y un modelo de
intervención alopático. Como referencia utilizaremos el artículo
anterior. El hombre es visto como un cuerpo material, es decir que ocupa
un espacio (anatomía) que desarrolla unas funciones mecánicas
(fisiología). El dualismo cartesiano, que consideraba que el hombre era
un alma (mente) y un cuerpo se va reduciendo a una concepción monista en
la que la mente pasa a sustituirse por el cerebro y todo queda por
tanto reducido a una sustancia física. El método es científico, es decir
hipotético-deductivo, lo cual quiere decir que siguiendo a Galileo se
plantea una hipótesis que tiene unas consecuencias que deben ser
contrastadas con diferentes experimentos en un laboratorio. Es analítico
porque se analiza cada pieza y mecanismo del cuerpo de la manera más
precisa, independientemente del resto del cuerpo. El modelo de la causa
de la enfermedad es a la vez endógeno (causa interna) y exógeno (causa
externa), pero sobre una misma concepción; la patología está provocada
por una lesión orgánica o un mal funcionamiento de un mecanismo (que
puede deberse a una deficiencia genética o accidental ) o a una agresión
externa (biológica, química o física) La enfermedad es una entidad que
existe como tal, es maléfica y debe ser combatida por todos los medios,
a nivel de causas si es posible y sino a nivel de síntomas.
Pasemos ahora al paradigma homeopático, para el que tomaremos como
referencia a George Vithoulkas, un autor reconocido ampliamente por los
homeópatas. Lo que constatamos de entrada es que el paradigma
homeopático se basa en una antropología vitalista de tipo
espiritualista, un modelo empírico inductivo y sintético, un modelo
relacional y ambivalente de la enfermedad y un modelo de intervención
homeopático. La concepción vitalista es dualista y podemos remontarla en
la historia de nuestra cultura a Platón7: el hombre es dual, tiene una
parte inmortal, indivisible e inmaterial (alma) y otra parte mortal,
divisible y material (cuerpo). El alma es el principio de la vida y esto
quiere decir que es el que informa al cuerpo dándole vida y que la
diferencia entre un cuerpo vivo y otro muerto es la presencia o ausencia
de alma. El alma humana, siguiendo a Vithoulkas, es inteligente y es la
fuerza vital que construye armónicamente el cuerpo, fluye a través de
ésta, no es material y puede estar sana o enferma. Los síntomas son
procesos defensivos del cuerpo para equilibrar esta desarmonía interna
del principio vital, que desequilibra todo el conjunto y son útiles
además porque nos hacen ver esta desarmonía profunda. El proceso
maléfico va del exterior al interior, de abajo a arriba, lo cual
conduciría finalmente a afectar los órganos vitales y, en último
término, al cerebro. El proceso defensivo va del interior al exterior y
de arriba hacia abajo y éste es positivo, una de cuyas manifestaciones
es lo que los homeópatas llaman una crisis curativa, que lleva a un
empeoramiento coyuntural de estado del paciente para fortalecer la
fuerza vital: los síntomas van desapareciendo en el orden inverso de su
aparición.
El método de investigación homeopático es empírico e inductivo, se van
probando remedios y una vez comprobamos su eficacia lo generalizamos
hasta formular un principio universal. La enfermedad no es una entidad
real sino el nombre que damos a un desequilibro. La concepción es
sintética porque lo que hay son enfermos, entendido en toda su
globalidad, y no enfermedades, que no son sino el nombre que damos a los
desequilibrios concretos de cada persona enferma, cuyo trastorno es
siempre dinámico. El remedio homeopático no es material sino energético,
responde a una vibración que genera una resonancia producida por la
misma sustancia que produce la alteración, ya que partimos del efecto
del semejante y no del contrario. Igualmente los efectos serán más
grandes cuanto más pequeña sea la dosis, por lo cual es más potente un
remedio energético no material que otro que sí lo sea.
Finalmente pasaremos, antes de entrar en la comparación, al paradigma
de la Medicina Tradicional China. A diferencia de las dos anteriores no
forma parte de una misma cultura, no tiene unos orígenes comunes (que se
remontarían a Hipócrates) ni son relativamente modernas. La anterior
tiene un carácter milenario, responde a una cultura y a una lengua
radicalmente diferentes. Hay aquí una diferencia de vocabulario que
tiene implicaciones conceptuales, cosa que no ocurre entre la medicina
cientificista y la homeopática, que tienen un lenguaje común. La
antropología que está en la base de la medicina china no es dualista
pero tampoco monista en el sentido de la ciencia actual. No es
espiritualista pero tampoco materialista, el hombre es visto como una
unidad de shen (de difícil traducción, tiene que ver con la actitud y la
conciencia), jing (similar a lo material pero diferente) y el qi
(principio vital). Es vitalista y no mecanicista. No hay una ontología
de la enfermedad, es relacional porque es un desequilibrio, por lo que
hay enfermos y no enfermedades. El método es empírico e inductivo. El
modelo causal puede ser endógeno (un desequilibrio interno) o exógeno
(provocado por la alimentación o las energías perturbadoras: calor,
frío, humedad, sequedad...).
Si comparamos los tres paradigmas hay tres opciones posibles a
considerar. Una es que son tres paradigmas incompatibles y por tanto
inconmensurables. Otra es que algunos de estos paradigmas son
compatibles y otros incompatibles y una tercera que son compatibles.
Considerar los tres como incompatibles sería la conclusión literal
porque los modelos son diferentes. Ahora bien, creo que los modelos de
la homeopatía y de la medicina tradicional china pueden ser compatibles
aunque sean diferentes. Sería un tema a desarrollar. En cambio ambos me
parecen incompatibles a nivel teórico con la medicina cientificista.
Hacerlos compatibles a nivel práctico se puede hacer desde varias
opciones. Una sería la teoría ficcionalista, que plantea que cualquier
teoría es un modelo convencional que no se corresponde con la realidad
pero que tiene que valorarse por sus resultados empíricos. Es una teoría
relativista que niega la posibilidad de llegar a la verdad, por lo cual
los tres serían tres ficciones aceptables si funcionan. Otra opción es
reducir una práctica médica al discurso de la otra. Por ejemplo es lo
que hace la medicina cientificista cuando dice que la acupuntura
funciona por razones científicas diferentes de las que plantea la
medicina china (hormonas, terminaciones nerviosas) y que la homeopatía
lo hace por la sugestión del efecto placebo. Estas dos opciones las
descarto porque creo que hay que mantener la noción de verdad y que sólo
puede entenderse una práctica médica desde el discurso que la sostiene.
Quedan entonces dos opciones. O considerar que cada discurso es parcial
y por tanto que hay que relativizar su paradigma, que es sólo
aproximativo. En este sentido podríamos decir que hay un nivel
espiritual que trata la homeopatía, otro energético que trata la
acupuntura y uno físico-químico que trata la medicina cientificista.
Pero es evidente que esta relativización da la hegemonía a la
homeopatía, mientras que aceptar un nivel energético (que sería el de la
homeopatía y el de la medicina china) y un nivel físico-químico) sería
un paradigma que cuestionaría sobre todo el de la medicina
cientificista, que es el que se pretende exclusivo y tiene por tanto el
carácter más totalitario.
El problema queda abierto porque el único intento que se ha hecho de
buscar un paradigma integrador de todos los anteriores, que es la
medicina cuántica, me parece fallido. Su pretensión es muy ambiciosa, ya
que intenta integrar en un nuevo paradigma la sabiduría tradicional
espiritualista con la nueva ciencia einsteniana y cuántica. Me parece
excesivamente sincrético y mezcla líneas de pensamiento totalmente
diferentes en un eclecticismo muy a la New Age que me parece poco
consistente y riguroso. Esto al margen de que la doctora Nogués plantee
cuestiones teóricas y prácticas muy interesantes, que me consta que lo
hace. Como ejemplo: la concepción de energía de Einstein es una
concepción matemática plenamente inscrita en la física científica y no
tiene nada que ver con la energía entendida como principio vital de las
otras medicinas. De hecho Wilheim Reich, que fue el que intentó hacer
esta analogía, recibió un rechazo completo por parte de Einstein, que lo
consideraba especulativo y poco científico.
Es decir, que
hay paradigmas diferentes entre la medicina cientificista, por un lado,
y el de la homeopática y la china, por otro. Que estas dos presentan
modelos diferentes pero podríamos realizar un paradigma común. Respecto a
la llamada medicina cuántica plantea cuestiones interesantes pero falla
en su proyecto de realizar un paradigma integrador.
Mis conclusiones son las siguientes: Cada una de estas medicinas tiene
que tener unas instituciones formativas independientes de las otras y no
tiene sentido plantear, como se hace, que la homeopatía o la medicina
china sean especializaciones de la medicina cientificista. Otra cosa es
que los que se forman en homeopatía o medicina china deben conocer lo
que la ciencia dice a nivel de anatomía o fisiología como un elemento
complementario. A nivel práctico se puede combinar pero siempre
trabajando con paradigmas diferentes que, para hacerlos compatibles,
tienen que considerarse parciales, incompletos (sin llegar a la teoría
ficcionalista). Queda abierto el diálogo y la posibilidad de buscar un
paradigma integrador pero seguramente es más probable que todas estas
medicinas puedan resultar compatibles por la vía de la aceptación de su
carácter parcial y, por tanto, incompleto.
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