Desde perspectivas y trayectorias diferentes dos
filósofos franceses, Pierre Hadot y Michel Foucault han intentado
extraer lo que podemos aprender de las escuelas filosóficas
grecorromanas. Nacidos con pocos años de diferencia (Hadot en 1922,
Foucault en 1926) hasta muy tardíamente no coincidieron en sus
intereses. La
muerte prematura de Foucault malogró un debate que podía haber sido muy
fructífero. Mientras las referencias de Foucault a Hadot son puntuales y
académicas, Pierre Hadot formula tras la muerte del anterior una
crítica respetuosa pero clara a su planteamiento. Sin duda hay un
debate de fondo muy interesante sobre la manera como ambos defienden la
filosofía como forma de vida y en cómo interpretan a los antiguos según
sus diferentes perspectivas. El debate que filosóficamente sería posible
y fecundo se vuelve imposible. Es curioso comparar cómo trayectorias
tan diferentes pueden converger en la madurez, a partir del interés
mutuo que manifiestan a partir de 1980 (Pierre Hadot tiene 58 años y
Michel Foucault 54). Foucault apoyará en este momento la candidatura
de Pierre Hadot para la cátedra del College de France, que por cierto
conseguirá.
Las
vidas de Pierre Hadot y de Michel Foucault, a pesar de ser de la misma
generación y de un origen social relativamente similar (familias
conservadoras de la pequeña o mediana burguesía) radicalmente
diferentes. Hadot tiene un carácter estable y una vida relativamente
convencional mientras que Foucault tiene una personalidad difícil y
tortuosa y una vida bastante inestable, moviéndose siempre en los
límites de la transgresión. Pero en la madurez Foucault parece buscar la
serenidad que Hadot, por su parte, ya parecía haber encontrado.
Pero
una comparación superficial podría hacernos creer que estamos en la
oposición entre un filósofo académico que sería Hadot, frente a otro
antiacadémico que sería Foucault. Pero esta dicotomía es falsa porque
ambos son a la vez académicos y antiacadémicos. Los dos se dedican
profesionalmente en instituciones académicas y se implican en ellas,
pero también tienen una concepción de la filosofía más allá de lo
académico. Para los dos, aunque de diferente manera (Hadot lo dice
explícitamente y Foucault de manera más oblicua) la filosofía es una
forma de vida y una experiencia interna. Sí es cierto que la concepción
de la filosofía de Hadot es mucho más convencional que la que defiende
Foucault. Su
formación filosófica es, por otra parte, radicalmente diferente. Casi
podríamos decir que Hadot se forma en las tradiciones que Foucault odia
(la escolástica primero, la fenomenología y el existencialismo después).
A Foucault tampoco le interesa inicialmente la filosofía antigua, que
desde siempre apasiona a Hadot. La filosofía de Hadot tiene una
continuidad y en ella encuentra su coherencia, mientras que en Foucault
es
buscada trabajosamente la coherencia desde la discontinuidad de las
crisis y
la ruptura.
El
método filosófico de Hadot y Foucault es muy diferente. El de Pierre
Hadot es un método filológico riguroso, de ir a las fuentes, de mantener
la fidelidad al autor para entender lo que quiso decir a través del
texto. Critica el que se quiera interpretar libremente a los textos,
como si fueran independientes del autor, y también que se sea poco
riguroso. Foucault defiende
la lectura del texto que Hadot criticaba y que él mismo reconozca sus
limitaciones filológicas. Sin embargo Hadot siempre respetó a
Foucault, seguramente porque entrevió en él una genialidad que permitía
considerarle una excepción.
Michel
Foucault plantea lo que él llama "el cuidado de sí", que también
denomina una estética de la existencia. Se trata de un trabajo interno
que nos transforma para permitirnos acceder a una manera de ser serena, a
un autodominio que nos permite una búsqueda singular del placer. Este
trabajo consiste en una serie de ejercicios: la escritura sobre sí para
autoobservarse, la eliminación de la preocupación por el futuro para
vivir el presente; la meditación sobre el pasado reviviendo los
recuerdos placenteros. Se trata de desarrollar el propio poder para ser
libre, para no estar esclavizado ni a uno mismo ni a los otros. Cómo
hacían los antiguos, dice Foucault, hay que ser ecléctico y utilizar en
cada momento lo que nos interesa más de cada escuela.
Hadot
considera que Foucault se equivoca en varias cosas cuando recoge lo que
dicen los antiguos. Considera, para decirlo con más precisión, que lo
hace para eliminar algo que era fundamental para ellos, pero que los
modernos en cambio queremos negar. Se trata de adquirir una perspectiva
universal, tanto desde el punto de vista de identificarse con el Cosmos
como del de hacerlo con el conjunto de la Humanidad. Pero para ello hay
que olvidarse de uno mismo, para ir más allá del propio yo. En caso
contrario caemos, como considera que Foucault cae, en una especie de
dandismo que no deja de ser un culto narcisista a la propia imagen .
También discrepa en la interpretación de la historia de la filosofía.
Para Foucault la ruptura comienza con Descartes, que desplazará el
sujeto de la experiencia al sujeto vacío del pensamiento. Para Hadot, en
cambio, es a finales de la filosofía romana y en la etapa medieval
cuando la filosofía deja de entenderse como forma de vida y pasa a ser
un saber institucional. Descartes intenta recuperar con sus Meditaciones la filosofía como forma de vida.
Foucault
piensa que es la influencia del cristianismo la que considera que la
preocupación por el propio yo es algo egoísta y que da a esta palabra
un sentido absolutamente negativo. Desde este punto de vista la crítica
de Hadot sería para Foucault la expresión de un prejuicio que vendría
dado por su formación cristiana. Lo mismo ocurre con su rechazo del
placer como objetivo.
Se
plantean aquí varias cuestiones, pero me parece que la fundamental es
que detrás de cada planteamiento hay una perspectiva antropológica
radicalmente diferente. Hadot es un espiritualista y Foucault es un
materialista y, como dice Wilhelm Scmidt, la felicidad va ligada al
sentido. Pero el que habla de felicidad es Hadot, no
Foucault, que habla del placer. La felicidad dice Hadot sólo la
encontramos en el presente pero es un presente que nos trasciende, es
un estremecimiento sagrado, Hadot habla de sentimientos religiosos, en
el sentido de estar ligado con un Todo y és a él al que aspira la
filosofía como forma de vida de Hadot y la propia lectura que hace de
Nietzsche es mística. El trabajo interno es entonces un ejercicio
espiritual para transformarse saliendo del propio yo. Incluso la
perspectiva universal que defiende a otro nivel, que sería la
identificación con la comunidad humana, es una planteamiento humanista
de base cristiana.
Foucault
es un materialista y lo es en la línea abierta por Marx, Freud y
Nietzsche. Lo único que hay es un mundo físico, material, del que los
humanos formamos parte de una manera extraña. Para Marx es la capacidad
de transformar esta realidad material de manera creativa la que nos hace
humanos. Para Freud los humanos nos separamos de la naturaleza al
incorporarnos al mundo de la cultura, de la civilización y esto nos
convierte en animales permanente insatisfechos y es la creatividad de la
sublimación la que nos da la mejor salida. Para
Nietzsche es la apuesta trágica por la vida de unos animales no acabados
lo que nos singulariza y la única salida afirmativa es la creación de
los propios valores. El polémico y sugerente filósofo esloveno Slavoj Žižek
nos dice que la diferencia entre idealismo religioso y materialismo es
que en el primero la verdad está ligada al sentido y la segundo caso no. Foucault busca la relación entre
el sujeto y la verdad pero sabiendo que ambos son producciones sociales y
que ninguna tiene sentido. Hadot busca en cambio la verdad en el
sentido del ser. En el tema del arte de vivir podemos decir lo mismo, la
diferencia entre el espiritualismo y el materialismo pasa por el
vínculo entre el vivir humano y el sentido. Para el espiritualista Hadot
hay un sentido y la felicidad pasa por descubrirlo a través de esta
renuncia a lo individual, al yo. Para el materialista Foucault no hay
sentido, no porque todo sea material, sino porque lo espiritual es una
producción de lo material. La espiritualidad es entonces esta
autocreación de la propia vida que solo puede nacer de la propia
singularidad. Es un ejercicio espiritual porque nos transforma
internamente en alguien diferente de aquel que el Otro, que los otros
han producido. Porque nos permite ser lo que somos, como diría
Kierkegaard, desarrollando lo más propio, lo más singular. Pero no el
sentido de buscarnos a nosotros mismos, nuestra autenticidad. No hay
nada que buscar, lo que hay que hacer es crear, inventar, construir.
Foucault reivindica aquí el aforismo aparecido en La gaya ciencia de
Nietzsche en el que dice que uno debería crear su vida dándole un
estilo a través de una práctica constante y el trabajo cotidiano.
Foucault, por otra parte, siempre ha criticado el humanismo y la propia
idea de felicidad.
Hay
tres elementos importantes en este "cuidado de sí" que significa el
arte de vivir. En primer lugar se trata de trabajar para hacer salir
esta singularidad, para encontrar una libertad interna. Pero Foucault no
ocupa el lugar del Otro que da consejos de como actuar, cada cual debe
elaborar su ética a partir de los materiales biográficos y
bibliográficos de que dispone. A estos ejercicios no los llama
espirituales pero utiliza un término poco atractivo, que es curiosamente
el que Nietzsche rechaza más (aunque con ciertas paradojas):
ascetismo. Otra cosa es que cuando Foucault habla de este "cuidado de
sí" de los antiguos sea necesario un otro, un amigo que nos diga la
verdad. En este sentido no habría aquí el peligro narcisista que parece
advertir Hadot. El segundo aspecto importante del arte de vivir es el
autogobierno, el dominio de sí a través del dominio de las pasiones.
Finalmente hay un tercer aspecto que es la búsqueda del placer, término
que marca una diferencia clara entre los materialistas que lo
reivindican y los espiritualistas que, como Hadot, lo rechazan. Para
Foucault hay que olvidarse de nuestra obsesión por el deseo para volver a
centrarse, como los antiguos, en una buena manera de entender el
placer.
Lo
que propone Foucault es hacer de nuestra vida una obra de arte, pero
esto no hay que entenderlo en un sentido esteticista, narcisista. Es una propuesta de trabajo para hacer de la propia vida una
construcción singular, a través de la cual regulamos nuestra manera de
vivir de manera placentera. De esta manera le damos un valor que no va
ligado a una finalidad trascendente que no existe. Es una manera de gobernarse a sí mismo y de determinar un estilo de vida. Sin los presupuestos espiritualistas de Hadot no hay
otra salida al nihilismo que este trabajo de autocreación. Otra cuestión
es que esta dimensión ética necesite de un complemento político, si no
queremos caer en una propuesta individualista narcisista que puede ser
capitalizada muy bien por el neoliberalismo. Foucault se lo planteó en el seminario sobre del gobierno de sí y del gobierno de los otros. El ideal emancipatorio de
Foucault no puede ser nunca un ejercicio de dominación sobre
el otro y sí una solidaridad con el otro. Foucault siempre estuvo del lado de los que no tenían voz, de los excluidos.
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