Artículo escrito por Luis Roca Jusmet
Uno de los grandes ensayistas sobre la sociedad contemporánea es, sin duda, el sociólogo Richard Sennett, nacido en Chicago el año 1943. Forma parte de lo que podríamos llamar la sociología crítica, que sin perder su base empírica se arriesga a definirse sobre los temas que aborda. Es, por otra parte, un pensador de izquierdas bastante inclasificable, radical en la medida que buscar el fondo de las cuestiones y cuestiona los tópicos convencionales, vengan de donde vengan. Resulta especialmente interesante la manera como reflexiona hoy, después de casi cincuenta años, sobre su experiencia juvenil de militancia en la Nueva izquierda. Años de madurez y reflexión personal, así como de desarrollo del capitalismo, son el material para
En El declive del hombre público (traducción
de Gerardo di Maso) analizaba de manera certera e implacable la
influencia de los movimientos juveniles contestatarios de los años 60, a
los que él había pertenecido. De esta manera la espontaneidad, la
sinceridad, la personalidad, la creatividad aparecían como signos de un
proceso que en nombre de la defensa de lo privado estaban destruyendo
el espacio público y empujando las relaciones sociales hacia una
deriva narcisista. El tema lo redondeó Sennett con otros textos de la
misma época como Vida urbana e identidad personal (traducción de Josep
Rovira) y Narcisismo y cultura moderna ( traducción de Jorge Fibla).
Posteriormente desarrolló un proyecto muy interesante sobre la cultura del hombre moderno en tres libros titulados La corrosión del carácter, El respeto y La cultura del nuevo capitalismo. Esta tríada me parece imprescindible para entender la cultura del tardocapitalismo globalizador.
En La corrosión del carácter
(traducido por Daniel Dajmías) nos presenta la transformación interna
que produce los nuevos métodos de gestión del capitalismo( precariedad,
cambio, incertidumbre ). La estructura del carácter (basado en la
lealtad, el compromiso, la solidez) se diluye unos supuestos valores
(flexibilidad, fluidez, novedad) que acaba produciendo angustia e
inestabilidad interna en los trabajadores.
En El respeto
(traducido por Marco Aurelio Galmarini ) Sennett parte de recuerdos
personales, en este estilo tan propio, para profundizar lo que significa
el respeto en una sociedad basada en la desigualdad. Reflexiona sobre
el tema del talento, que continuará en los dos libros posteriores en
una investigación extraordinariamente fecunda. Y también sobre la
incompatibilidad entre respeto y dependencia.
Finalmente La cultura del nuevo capitalismo
(traducido también por Marco Aurelio Galmarini) plantea un análisis de
la cultura del capitalismo, muy complementario con el de otro grande
de la sociología crítica, Zygmund Baumann. Reflexiones muy certeras
sobre la burocracia y el capitalismo en relación con el capitalismo. Y
también propuestas sobre las que merece la pena reflexionar. La primera
es sobre la necesaria reinvención de los sindicatos como una red
social de ayuda, más allá de las derivas corporativas. La segunda es la
búsqueda de experiencias de empleo compartido. La tercera es la renta
básica. Las tres cuestiones son polémicas, sin duda, entre la propia
izquierda. Pero vale la pena pensarlas porque justamente lo más
necesita la izquierda hoy son propuestas concretas.
Pero el libro en el que me centraré es El artesano (
traducido también por Marco Aurelio Galmarini ) donde nos presenta un
nuevo proyecto, igualmente elaborado en una tríada de libros, que
tienen un carácter complementario con las reflexiones anteriores. Lo
que ahora aborda es la cultura material y no el tema de los valores,
las actitudes y las conductas, como había hecho anteriormente. No deja
de resultar curioso que el título del prólogo sea “El hombre como
creador de sí mismo”. No será un implícito homenaje a su antiguo y
malogrado amigo Michael Foucault, que dedicó la última parte de su obra
al tema ? Tanto Sennett como Foucault, desde perspectivas y
tradiciones diferentes, representan lo que éste último llamaba “la
ontología del presente”. Lugar en el que la sociología cualitativa y la
filosofía mundana pueden encontrase en un espacio crítico muy útil
para diagnosticar el tiempo en que vivimos y que podría abrir un
horizonte en la superación de lo que Wallernstein llama la escisión de
la dos culturas, la
filosófica y la científica.
Lo que plantea este libro es un elogio del trabajo manual con un
estatuto de dignidad propia, en una línea de progreso orientada por la
satisfacción del trabajo bien hecho. Pero
Sennett combina el sentido restringido de la palabra artesanía con otro
más amplio ya que como dice en el prólogo abarca también el trabajo de
educar, de ser un ciudadano comprometidoconsideramos importantes. De
esta forma introducimos una forma de espiritualidad en la viuda
material que se concreta en lo práctico, en lo cotidiano. Y aunque de
esta manera podríamos remontarnos a Marx en su reivindicación de la
filosofía transformadora y no contemplativa, la tradición que
reivindica Sennett, viejo luchador de la izquierda, no es ésta sino la
del pragmatismo. Y no sólo reivindica a los clásicos de esta tradición (
James, Pierce, Dewey) sino a otros más actuales como Richard Rorty. Y
lo hace a partir de una noción que a mí me parece clave, la de
experiencia, que me parece la puerta adecuada para superar el
relativismo epistemológico sin caer en el planteamientos dogmáticos.
La
artesanía, para Sennett, se basa en la habilidad, en el juicio y en el
compromiso. Genera una disciplina que cristaliza en el hábito y la
rutina, y aquí reivindica este término como algo que puede ser vivo y
rico y no necesariamente pobre y aburrido como solemos pensar. Seguimos
así en la misma línea de reivindicación, con alegría y sin complejos,
de la lealtad, la disciplina y la autoridad como valores ilustrados que
debe reivindicar la izquierda. Porque si aceptamos la hipótesis de que
la Modernidad se mueve en la dialéctica entre ilustración y
romanticismo es evidente que Sennett defiende la primera opción y
desconfía profundamente de la segunda, cosa que le lleva a no utilizar
el término creatividad por las connotaciones románticas que tiene.
Podríamos decir que Sennett es un crítico radical de lo que Baumann
llama la modernidad líquida.
Los
análisis de Sennett son siempre sugerentes y brillantes, aunque en
ocasiones sólo sean conjeturas y se permita una cierta dispersión por
el gusto de entrar en cuestiones asociadas que no tiene tiempo ni
espacio para profundizar. Algunos de ellos he de reconocer que tienen
mucha gracia, como las referencias al sabio taoista Zhuang Zhi o al
tiro al arco en la tradición del budismo zen.
La
marca de izquierdas de Sennett aparece sobre todo en dos cuestiones.
La primera es en su defensa sin fisuras de la cooperación en contra del
individualismo competitivo, al que desmonta como uno de los mitos que
supuestamente garantizan su eficacia. La segunda es su larga y profunda
reflexión sobre la habilidad y la capacidad como algo básico y común
en todos los humanos. Aquí continua con una elaboración teórica muy
interesante que ya había inciado en su libro anterior, “La cultura del
nuevo capitalismo”. Para Sennett hay que combatir intensamente la
moderna ideología de la predestinación que adquiere la forma de
determinismo genético y defensa de la excelencia de unos pocos. Lo que
hay que buscar, nos plantea siguiendo lo ya planteado por Amaryrta Sen,
es el desarrollo de las capacidades de todos los humanos y la
competencia para gobernarse a sí mismo y participar en el gobierno de la
sociedad en la que vivimos. Veo aquí un buen complemento de las
teorías de la democracia radical de Rancière y de Castoriadis.
La
habilidad manual, para volver al tema más específico del libro,
depende de la motivación y del aprendizaje, ya que la torpeza no es
genética sino resultado de la poca estimulación en edades tempranas.
Sennett desprecia el elitismo y desconfía del perfeccionismo, por lo
que acaba el libro con el buen consejo de que la figura mitológica de
Hefeso cojo, orgulloso de su trabajo aunque no de sí mismo, representa
el tipo más digno de persona a la que podemos aspirar. la propuesta
pasa por el trabajo propio y por la manera como nos creamos a nosotros
mismos. Nos aceptamos como algo imperfecto, aprendemos de las
dificultades y no caemos en las trampas del narcisismo, tan actual como
devastador. Pero no nos engañemos, es una propuesta ética y no
estética. Hay que evitar la frustración del obseso perfeccionista que
no acepta sus fallos, así como la del competidor compulsivo que no sabe
perder. Siguiendo el modelo del viejo artesano el sabio Sennett nos
sugiere, con firmeza pero sin paternalismo, que aprendamos de nuestros
fallos para mejorar en lo que realmente cuenta, que es el oficio de
vivir.
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