viernes, 21 de octubre de 2016

CIBERSEXO Y EROTISMO



 







 
Escrito por Luis Roca Jusmet

El otro día apareció en la revista dominical de "El País" un artículo titulado "Enganchados al porno on-line". Algunos elementos me llaman la atención y me llevan a una reflexión crítica.
 La primera es considerar a los adictos al cibersexo como un trastorno de la disfunción sexual. O bien esperar que se incluya en el DSM-V como trastorno hipersexual. El razonamiento psiquiátrico es el imperante y es más ideológico que científico. La psiquiatría es una técnica, no una ciencia y sus bases son ideológicas.Sirve, básicamente para no entender nada de problemáticas como el cibersexo.
 El cibersexo podemos definirlo como el consumo de sexo a través de la tecnología informática. El cibersexo puede ser o no ser una adicción. Tener dependencia no es una adicción porque todo el mundo depende de lo que le gusta. Adicción es cuando una práctica nos domina y nos provoca una relación compulsiva y necesaria.La adicción quiere decir pasar de algo que es contingente a algo que es necesario. Para entender el cibersexo hay que tratarlo desde aspectos sociológicos y psicológicos.
 Un aspecto sociológico  importante es el dominio progresivo de la cultura del nihilismo consumista y teconológico.El cibersexo forma parte de este consumo tecnológico.
 Existe también la cuestión de las adicciones, que se corresponde con lo que el psicoanalista italino Massimo Recalcatti denomina "la clínica del vacío" frente a la "clínica de la falta" de las neurosis. En la  clínica de la falta el conflicto es en relación al Otro y la sexualidad es en relación con el Otro. En las adicciones el partenaire es el objeto adictivo, con el que se intenta tapar el vacío. Esta sexualidad es masturbatoria por definición y se sustenta en la imagen que excita, no en el cuerpo del otro. Es más visual que táctil y sigue el recorrido de la pornografía en revistas-fotos, en el cine, en el vídeo y finalmente en Internet, que es rápido y accesible con absoluta facilidad.

 Otra cuestión es la invención de la sexualidad en la sociedad occidental, de la que ha hablado de manera muy lúcida Foucault. Nos explica que frente al arte erótico oriental que trata sobre técnicas para intensificar el placer sexual tenemos la ciencia sexual. La ciencia transforma el sexo en un objeto de saber y de constitución de la identidad. la sexualidad es a la vez una forma de subjetividad y un objeto de estudio. Se inicia con el cristianismo, que problematiza la sexualidad, que se transforma en algo obsesivo. En la época moderna continua con el psicoanálisis y su planteamiento del deseo como el elemento secreto y determinante de la psicología humana.
  Pero quizás hay otra pregunta, que es la que Arnold I. Davidson considera que es la que se hace Foucault y no acaba nunca de responder : ¿ Qué es el placer del sexo, que es lo que nos hacer? Porque hay algo enigmático en el sexo que nos atrapa. Quizás uno de los maestro de Foucault, nos pueda ayudar :
 "No me inclino a pensar que lo esencial en este mundo sea la voluptuosidad. El hombre no está limitado al órgano del goce sexual. Pero este inconfesable órgano le enseña muchas un secreto. Puesto que el goce depende de la perspectiva deletérea que se abre al espíritu, es probabale que hagamos trampas y que intentemos acceder al goce acercándonos lo menos posible al horror. las imágenes que excitan el deseo o provocan el espasmo final suelen ser turbias, equívocas : si apuntan al horror o a la muerte siempre es de manera taimada. Incluso en la perspectiva de Sade, la muerte se desvía hacia el otro, y el otro es el principio de una expresión deliciosa de la vida..."
 Las palabras no expresan nada demasiado claro pero sugieren. El erotismo es sugerencia y la pornografía es la tumba de la sugerencia. Lo que se muestra es pura mecánica. Esto es lo que  me parece, en general, la pornografía: visibilidad y mecánica. Pero el cibersexo es más que esto, el cibersexo, en su lógica adictiva, se convierte en la negación del erotismo y quizás, al final, de la propia sexualidad, que se convierte así en una mecánica masturbatoria y compulsiva, en el goce del idiota.

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