jueves, 5 de diciembre de 2013

SOBRE EL GOBIERNO DE SÍ : EL DEBATE ENTRE MICHEL FOUCAULT Y PIERRE HADOT



Escrito por Luis Roca Jusmet

   Desde perspectivas y trayectorias diferentes dos filósofos franceses, Pierre Hadot y Michel Foucault han intentado extraer lo que podemos aprender de las escuelas filosóficas grecorromanas. Nacidos con pocos años de diferencia (Hadot en 1922, Foucault en 1926) hasta muy tardíamente no coincidieron en sus intereses. La muerte prematura de Foucault malogró un debate que podía haber sido muy fructífero. Mientras las referencias de Foucault a Hadot son puntuales y académicas, Pierre Hadot formula tras la muerte del anterior una crítica respetuosa pero clara a su planteamiento. Sin duda hay un debate de fondo muy interesante sobre la manera como ambos defienden la filosofía como forma de vida y en cómo interpretan a los antiguos según sus diferentes perspectivas. El debate que filosóficamente sería posible y fecundo se vuelve imposible. Es curioso comparar cómo trayectorias tan diferentes pueden converger en la madurez, a partir del interés mutuo que manifiestan a partir de 1980 (Pierre Hadot tiene 58 años y Michel Foucault 54). Foucault apoyará en este momento la candidatura de Pierre Hadot para la cátedra del College de France, que por cierto conseguirá.


 


    Las vidas de Pierre Hadot y de Michel Foucault, a pesar de ser de la misma generación y de un origen social relativamente similar (familias conservadoras de la pequeña o mediana burguesía) radicalmente diferentes. Hadot tiene un carácter estable y una vida relativamente convencional mientras que Foucault tiene una personalidad difícil y tortuosa y una vida bastante inestable, moviéndose siempre en los límites de la transgresión. Pero en la madurez Foucault parece buscar la serenidad que Hadot, por su parte, ya parecía haber encontrado.


  Pero una comparación superficial podría hacernos creer que estamos en la oposición entre un filósofo académico que sería Hadot, frente a otro antiacadémico que sería Foucault. Pero esta dicotomía es falsa porque ambos son a la vez académicos y antiacadémicos. Los dos se dedican profesionalmente en instituciones académicas y se implican en ellas, pero también tienen una concepción de la filosofía más allá de lo académico. Para los dos, aunque de diferente manera (Hadot lo dice explícitamente y Foucault de manera más oblicua) la filosofía es una forma de vida y una experiencia interna. Sí es cierto que la concepción de la filosofía de Hadot es mucho más convencional que la que defiende Foucault. Su formación filosófica es, por otra parte, radicalmente diferente. Casi podríamos decir que Hadot se forma en las tradiciones que Foucault odia (la escolástica primero, la fenomenología y el existencialismo después). A Foucault tampoco le interesa inicialmente la filosofía antigua, que desde siempre apasiona a Hadot. La filosofía de Hadot tiene una continuidad y en ella encuentra su coherencia, mientras que en Foucault es buscada trabajosamente la coherencia desde la discontinuidad de las crisis y la ruptura.

   El método filosófico de Hadot y Foucault es muy diferente. El de Pierre Hadot es un método filológico riguroso, de ir a las fuentes, de mantener la fidelidad al autor para entender lo que quiso decir a través del texto. Critica el que se quiera interpretar libremente a los textos, como si fueran independientes del autor, y también que se sea poco riguroso. Foucault defiende la lectura del texto que Hadot criticaba y que él mismo reconozca sus limitaciones filológicas. Sin embargo Hadot siempre respetó a Foucault, seguramente porque entrevió en él una genialidad que permitía considerarle una excepción.

   Michel Foucault plantea lo que él llama "el cuidado de sí", que también denomina una estética de la existencia. Se trata de un trabajo interno que nos transforma para permitirnos acceder a una manera de ser serena, a un autodominio que nos permite una búsqueda singular del placer. Este trabajo consiste en una serie de ejercicios: la escritura sobre sí para autoobservarse, la eliminación de la preocupación por el futuro para vivir el presente; la meditación sobre el pasado reviviendo los recuerdos placenteros. Se trata de desarrollar el propio poder para ser libre, para no estar esclavizado ni a uno mismo ni a los otros. Cómo hacían los antiguos, dice Foucault, hay que ser ecléctico y utilizar en cada momento lo que nos interesa más de cada escuela.

  Hadot considera que Foucault se equivoca en varias cosas cuando recoge lo que dicen los antiguos. Considera, para decirlo con más precisión, que lo hace para eliminar algo que era fundamental para ellos, pero que los modernos en cambio queremos negar. Se trata de adquirir una perspectiva universal, tanto desde el punto de vista de identificarse con el Cosmos como del de hacerlo con el conjunto de la Humanidad. Pero para ello hay que olvidarse de uno mismo, para ir más allá del propio yo. En caso contrario caemos, como considera que Foucault cae, en una especie de dandismo que no deja de ser un culto narcisista a la propia imagen . También discrepa en la interpretación de la historia de la filosofía. Para Foucault la ruptura comienza con Descartes, que desplazará el sujeto de la experiencia al sujeto vacío del pensamiento. Para Hadot, en cambio, es a finales de la filosofía romana y en la etapa medieval cuando la filosofía deja de entenderse como forma de vida y pasa a ser un saber institucional. Descartes intenta recuperar con sus Meditaciones la filosofía como forma de vida.

  Foucault piensa que es la influencia del cristianismo la que considera que la preocupación por el propio yo es algo egoísta y que da a esta palabra un sentido absolutamente negativo. Desde este punto de vista la crítica de Hadot sería para Foucault la expresión de un prejuicio que vendría dado por su formación cristiana. Lo mismo ocurre con su rechazo del placer como objetivo.

  Se plantean aquí varias cuestiones, pero me parece que la fundamental es que detrás de cada planteamiento hay una perspectiva antropológica radicalmente diferente. Hadot es un espiritualista y Foucault es un materialista y, como dice Wilhelm Scmidt, la felicidad va ligada al sentido. Pero el que habla de felicidad es Hadot, no Foucault, que habla del placer. La felicidad dice Hadot sólo la encontramos en el presente pero es un presente que nos trasciende, es un estremecimiento sagrado, Hadot habla de sentimientos religiosos, en el sentido de estar ligado con un Todo y és a él al que aspira la filosofía como forma de vida de Hadot y la propia lectura que hace de Nietzsche es mística. El trabajo interno es entonces un ejercicio espiritual para transformarse saliendo del propio yo. Incluso la perspectiva universal que defiende a otro nivel, que sería la identificación con la comunidad humana, es una planteamiento humanista de base cristiana.

   Foucault es un materialista y lo es en la línea abierta por Marx, Freud y Nietzsche. Lo único que hay es un mundo físico, material, del que los humanos formamos parte de una manera extraña. Para Marx es la capacidad de transformar esta realidad material de manera creativa la que nos hace humanos. Para Freud los humanos nos separamos de la naturaleza al incorporarnos al mundo de la cultura, de la civilización y esto nos convierte en animales permanente insatisfechos y es la creatividad de la sublimación la que nos da la mejor salida. Para Nietzsche es la apuesta trágica por la vida de unos animales no acabados lo que nos singulariza y la única salida afirmativa es la creación de los propios valores. El polémico y sugerente filósofo esloveno Slavoj Žižek nos dice que la diferencia entre idealismo religioso y materialismo es que en el primero la verdad está ligada al sentido y la segundo caso no. Foucault busca la relación entre el sujeto y la verdad pero sabiendo que ambos son producciones sociales y que ninguna tiene sentido. Hadot busca en cambio la verdad en el sentido del ser. En el tema del arte de vivir podemos decir lo mismo, la diferencia entre el espiritualismo y el materialismo pasa por el vínculo entre el vivir humano y el sentido. Para el espiritualista Hadot hay un sentido y la felicidad pasa por descubrirlo a través de esta renuncia a lo individual, al yo. Para el materialista Foucault no hay sentido, no porque todo sea material, sino porque lo espiritual es una producción de lo material. La espiritualidad es entonces esta autocreación de la propia vida que solo puede nacer de la propia singularidad. Es un ejercicio espiritual porque nos transforma internamente en alguien diferente de aquel que el Otro, que los otros han producido. Porque nos permite ser lo que somos, como diría Kierkegaard, desarrollando lo más propio, lo más singular. Pero no el sentido de buscarnos a nosotros mismos, nuestra autenticidad. No hay nada que buscar, lo que hay que hacer es crear, inventar, construir. Foucault reivindica aquí el aforismo aparecido en La gaya ciencia de Nietzsche en el que dice que uno debería crear su vida dándole un estilo a través de una práctica constante y el trabajo cotidiano. Foucault, por otra parte, siempre ha criticado el humanismo y la propia idea de felicidad.

  Hay tres elementos importantes en este "cuidado de sí" que significa el arte de vivir. En primer lugar se trata de trabajar para hacer salir esta singularidad, para encontrar una libertad interna. Pero Foucault no ocupa el lugar del Otro que da consejos de como actuar, cada cual debe elaborar su ética a partir de los materiales biográficos y bibliográficos de que dispone. A estos ejercicios no los llama espirituales pero utiliza un término poco atractivo, que es curiosamente el que Nietzsche rechaza más (aunque con ciertas paradojas): ascetismo. Otra cosa es que cuando Foucault habla de este "cuidado de sí" de los antiguos sea necesario un otro, un amigo que nos diga la verdad. En este sentido no habría aquí el peligro narcisista que parece advertir Hadot. El segundo aspecto importante del arte de vivir es el autogobierno, el dominio de sí a través del dominio de las pasiones. Finalmente hay un tercer aspecto que es la búsqueda del placer, término que marca una diferencia clara entre los materialistas que lo reivindican y los espiritualistas que, como Hadot, lo rechazan. Para Foucault hay que olvidarse de nuestra obsesión por el deseo para volver a centrarse, como los antiguos, en una buena manera de entender el placer.

   Lo que propone Foucault es hacer de nuestra vida una obra de arte, pero esto no hay que entenderlo en un sentido esteticista, narcisista. Es una propuesta de trabajo para hacer de la propia vida una construcción singular, a través de la cual regulamos nuestra manera de vivir de manera placentera. De esta manera le damos un valor que no va ligado a una finalidad trascendente que no existe. Es una manera de gobernarse a sí mismo y de determinar un estilo de vida. Sin los presupuestos espiritualistas de Hadot no hay otra salida al nihilismo que este trabajo de autocreación. Otra cuestión es que esta dimensión ética necesite de un complemento político, si no queremos caer en una propuesta individualista narcisista que puede ser capitalizada muy bien por el neoliberalismo. Foucault se lo planteó en el seminario sobre del gobierno de sí y del gobierno de los otros. El ideal emancipatorio de Foucault no puede ser nunca un ejercicio de dominación sobre el otro y sí una solidaridad con el otro. Foucault siempre estuvo del lado de los que no tenían voz, de los excluidos.




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