domingo, 8 de diciembre de 2013

SUJETO DEPENDIENTE DEL DISCURSO TERAPÉUTICO






Escrito por Luis Roca Jusmet

   La sociología cualitativa proporciona hoy al ciudadano crítico elementos fundamentales para entender la sociedad contemporánea. Al lado de los más reconocidos ( Wallernstein, Sennett, Bauman...) hay sociólogos más jóvenes pero que han desarrollado ya una actividad imprescindible. Entre estos destaca Eva Illouz, nacida en 1961 en Marruecos pero profesora de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Su línea de investigación pasa por lo que podríamos llamar la sociología de las emociones. Hay dos titulos, publicados igualmente por Katz ( Intimidades congeladas y La salvación del alma moderna) que serán la base de estas reflexiones.


    Es interesante entender el sentido crítico que tiene este libro. No es crítico en el sentido de hacer una crítica desde un criterio determinado sino que lo es en el sentido de mostrar lo que hay detrás de un discurso ideológico, que en este caso es el terapéutico. No se trata de volver a la distinción absoluta de un Althusser cuando contrapone ciencia a ideología pero sí de recoger la posibilidad de un análisis racional y empírico que muestre lo que un discurso oculta. Como socióloga de mirada amplia trabajará materiales diversos, que van desde lecturas de textos hasta entrevista y, por supuesto, trabajo de campo. Se trata de distanciarse así de aquello que al presentarse como evidente nos atrapa sin posibilidad de crítica. Eva Illouz se presenta como una socióloga de la cultura que no quiere ser una "maestra de la sospecha" ( al estilo de Foucault) sino una estudiosa del modo como el lenguaje de la terapia ha reformulado la identidad contemporánea, constityéndose a la vez como teoría y como práctica. Teoría que es utilizada para entendernos a nosotros mismos y a los otros y práctica que nos dice lo que debemos hacer. Pero no son sólo los usos individuales los que hay que analizar sino sobre todo la manera como este discurso y sus efectos han invadido las instituciones ( empresa, escuela...) y en conjunto a toda la sociedad. Es lástima que la autora no utilice una noción, la de imaginario, que podría ser clarificadora en este sentido.
  
   La autora formula una hipótesis interesante: las ideas más exitosas ( como el psicoanálisis) son las que encajan en la vida social dando sentido a las experiencias contemporáneas; proporcionan una guía delante de situaciones sociales conflictivas y son institucionalizadas y puestas en circulación por las redes sociales. Es decir, que hay un abordaje pragmático ya que son las que nos ayudan a hacer cosas, es decir a encararnos con cuestiones prácticas y darnos pautas para resolverlas. Aquí hay el aspecto positivo de una noción althusseriana de ideología tal como la recogía Terry Eagleton : la ideología es básicamente operativa. Otra hipótesis metodológica es que los cambios culturales reciclan el viejo material cultural y coexisten con él. La pregunta específica que se hace la socióloga es de qué manera este nuevo discurso terapéutico rearticula creencias anteriores. En todo caso hay que remarcar que, como buena socióloga, Eva Illouz no solo delimita la temática y la temporalidad de su estudio sino también el espacio. En este sentido la sociedad de la que habla es EEUU pero no hemos de olvidar su papel hegemónico cultural en la sociedad capitalista globalizada y como este discurso terapéutico del que nos habla es cada vez más dominante en nuestra sociedad y especialmente en las instituciones educativas. 



   Partimos de la Modernidad como transformación económica, política, ideológica y  psicológica. La transformación psicológica se basa en una nueva concepción de la identidad, de la vida emocional y la división entre público- privado y masculino-femenino.  La emoción es una energía interna que nos impulsa a un acto. Implica cognición, afecto, evaluación y motivación. Las emociones son corporales en su base pero hay un componente cultural y social.  Están en una red jerárquica que conforma determinados guiones imaginarios. Se diluye la limitación entre una vida pública no emocional y una vida privada saturada de emociones. El yo interior se hace público. El capitalismo emocional es la palabra  que define el conjunto de  prácticas y de discursos económicos y emocionales que se dan en el capitalismo después de la Segunda Guerra Mundial. El año 1909 es una fecha clave, ya que es el viaje de Freud a EEUU. Se inaugura en este país un estilo emocional nuevo, en el que las preocupaciones por las emociones son centrales y se desarrollan unas técnicas para gestionar las emociones. La familia nuclear se convierte en el núcleo central para la posterior vida emocional. Aparece el relato, la novela familiar de cada cual. El yo adquiere importancia en lo cotidiano, que pasa a convertirse en algo singular y especial. Se rompen los límites entre lo normal y lo patológico, desde el punto de vista psicológico, que siempre es problemático. La sexualidad y el lenguaje se interconectan, con lo que la primera deja de verse como algo natural. Se abre una vida [¿vía?] para conectar la medicina científica con una hermenéutica, con una espiritualidad. En literatura [com]parecerán  los libros de consejos psicológicos, que cada vez tendrán más importancia. En esta época, principio del siglo XX, hay una consolidación del capitalismo. Hay una necesidad de encontrar nuevas maneras de gestión de la empresa para sistematizar y racionalizar el sistema productivo. Aparecerá el gerente como sustitución del capitalista que se ocupa directamente de su empresa. Surgirá el psicólogo de empresa, como asesor en recursos humanos. Se pasará del carácter a la personalidad, entendida como algo manipularle y maleable. Se democratiza aparentemente  las relaciones de poder en la empresa. En realidad se suavizan, se flexibilizan, pero no se cuestionan. Cambian las formas. Se abre una cultura de la comunicación como modelo. Surge la idea de competencia social como manera de saber relacionarse con los otros. Tiene componentes a la vez emocionales y lingüísticos. Se diluyen las diferencias de género al considerar necesario para esta competencia características féminas como la empatía, la sensibilidad y la intuición. Esto liga el discursos psicológico con el feminista. A su vez debe darse a las mujeres la capacidad de asumir cualidades consideradas masculinas, como la iniciativa y la determinación.
    El discursos psicológico-feminista empieza a influir en la vida familiar, que considera como modelo el comunicativo. A partir de los años 50-60 empieza a institucionalizarse el discurso y las prácticas terapéuticas, que se introducen en la enseñanza, en los servicios sociales y en las prisiones. Al mismo tiempo ocupa el mercado al presentar la terapia como un servicio no dirigido a pacientes sino a clientes. Con la psicología humanista de Maslow y Rogers  del crecimiento personal todos necesitamos ser asesorados para autorrealizarnos.  Aparece la intimidad como concepto central, al lado de la igualdad social. La emancipación de la mujer es tanto personal, como social, como sexual. Se formula un Ideal moderno de autoexpresión, comunicación y desinhibición emocional. Hay una racionalización de lo emocional basada en una idea de autocontrol. Se trata de saber formular racionalmente las finalidades de la vida emocional y buscar los medios más adecuados para ello. Esto llevará a una cuantificación de la vida emocional en última instancia.

    ¿ Qué es lo que podemos criticar en este proceso ? Básicamente dos cosas. Por una parte nos conduce a una sociedad del control. Por otra parte negamos la ambigüedad y la ambivalencia de lo emocional. El mundo subjetivo queda objetivado y puede incluso ser cuantificado. Se introducen criterios empresariales en la vida emocional como el de ganancia-pérdida o medios-fines. Las emociones se transforman en objeto de cálculo y negociación. Se va dando una inflexión en el legado freudiano : se pasa de su pesimismo al optimismo que introduce la psicología humanista. Se vuelve a una idea de autoayuda, pero despojada de su sentido moral. Se mantiene el sufrimiento como elemento fundamental de la vida humana, se busca integrar el trauma, el dolor y la enfermedad en una narrativa. Richard Rorty  será el paradigma de una propuesta ética basada en el yo narrativo y en la compasión.  Hay que entender las raíces religiosas de esta modelo narrativo, orientado a la redención a partir del sufrimiento. La narrativa biográfica es performativa, ya que el hecho de contar la experiencia implica una reorganización, una nueva configuración personal. Es una narrativa, por otra parte, inmersa en una cultura saturada de derechos y en el victimismo. Es como si la sociedad y la familia tuvieran una deuda infinita con cada sujeto por el trauma que arrastra. A partir de aquí hay una demanda a las instituciones para que compensen este sufrimiento. El Estado mismo se hace terapéutico.  

   Aparece así  la noción de Salud mental y todo el protocolo del DSM. Esta será la Biblia internacional de los trastornos mentales y de conducta. Las cuatro ediciones irán adquiriendo una clasificación cada vez más amplia que permite universalizar cada vez más la farmacología dirigida a este tipo de trastornos, cada vez más difusos. El DSM permite así relacionar el diagnóstico y el tratamiento: es una contraseña de los psicoterapeutas para el reembolso de las aseguradoras. Los campos emocionales en el capitalismo están cada vez más regulados por la idea de Salud mental y emocional. La noción central de competencia emocional es como el mecanismo estructurador que opera en el interior de los agentes participantes. La competencia emocional implica un beneficio social y económico, un capital social. Hay una voluntad de formalizar, de cuantificar esta competencia. Los test de personalidad emocional intentan hacerlo. Se sanciona, se legitima y se autoriza un determinado estilo emocional. La noción de inteligencia emocional aparece en 1990. Es un concepto que la cultura estadounidense ha ido madurando hasta llegar a él con el publicista y psicólogo Daniel Goleman. Implica varios aspectos : 1) Conciencia de las propias emociones.2) Control de las propias emociones. 3) Motivación emocional. 4) Empatía emocional. 5) Manejo de las emociones a través de las emociones.

 Todo ello tendrá implicaciones claras y directas en la jerarquía establecida en el mercado laboral. Se inicia el capitalismo emocional porque las formas emocionales tienen valor monetario. La competencia emocional implica también capacidades cognitivas, comunicativas y conductuales.  Es un recurso para mejorar la vida laboral y familiar. Su función es dar un instrumento para interpretar la personalidad y las relaciones en una sociedad líquida. Permite organizar de una nueva forma las narrativas biográficas y las fracturas que comporta. El Yo tiene así una manera de defender su posición y su seguridad en el capitalismo contemporáneo que tiene como modelo la cultura USA. Da más capacidad para soportar las contradicciones, las tensiones y las incertidumbres de la sociedad líquida. Establece nuevas jerarquías de bienestar emocional en un mundo incierto e inestable.

  La socióloga trata también de lo que llama las redes románticas en Internet. En Internet circula un sujeto sin cuerpo que debe gestionar sus emociones. La pregunta es cómo se articulan las emociones, el cuerpo y el discurso en Internet. El sujeto tiene un discurso y una imagen. Hay entonces un uso intensivo de las categorías psicológicas para describirse y expresarse cuando se quieren construir relaciones amorosas (no sexuales, que es otra historia). Se busca la compatibilidad emocional. Cada sujeto es un yo virtual que reflexiona de manera introspectiva sobre sí mismo y se clasifica de una manera aparentemente objetiva. Quiere describir también sus deseos, fantasías e ideales.  El Yo se construye descomponiéndose en categorías discretas  (personalidad, gusto, opinión) que lo definen emocional y psicológicamente. Traza un perfil en la web en la que el yo privado se convierte en representación pública y entra en el juego de la oferta y la demanda. Lo subjetivo se externaliza a partir de las imágenes y de lo verbal. Internet coloca el perfil de la supuesta singularidad del sujeto, aunque sea estandarizado. Lo hace bajo el criterio liberal de la libre elección buscando lo mejor del mercado. El conocimiento del otro y las expectativas son siempre anteriores al conocimiento del cuerpo del otro y a su atracción o no atracción física. Es curioso el dualismo implícito. Uno se supone que presenta su mente emocional (alma) sin dar excesiva importancia al cuerpo, que aparece así como una mera envoltura. La identidad no tiene así nada que ver con el cuerpo real. El cuerpo queda congelado en una imagen. Se presenta un valor a partir de una imagen de la superficie corporal. Hay una especie de reificación vital: la imagen-texto adquiere una falsa consistencia. Se confunde el cuerpo con su imagen y la identidad con la mente emocional (como si fuera ajena al cuerpo).  El yo en Internet hace un trabajo de autopresentación a través del lenguaje escrito que se dirige a un otro anónimo. Al darse el encuentro se sigue un protocolo que acaba resultando rutinario, en el que siempre se sigue el mismo establecido. Casi siempre es decepcionante.


    Otro tema que será fundamental para Eva Illouz  es el del psicoanálisis. Como ya se ha planteado muchas veces, independientemente de la polémica en torno a la consistencia de la teoria o la eficacia de su práctica, está claro la influencia que ha tenido el psicoanálisis en la cultura actual. Hay un análisis muy preciso de como las teorías de Freud fueron asimilándose en la sociedad norteamercicana y en el importante grupo de los psiquiatras, en lo que el llama la medicalización del psicoanálisis. También como el psicoanálisis desemboca allí en lo que se llamó la Escuela del Yo, bien diferente de otras derivaciones como la lacaniana o la kleiniana, a las que no puede aplicarse los análisis de la socióloga. Su influencia va entrando en diferentes espacios y prácticas sociales: la vida cotidiana, la familia... Todo ello en una lógica de redención que no deja de transformar lo más cotidiano en algo valioso e importante. Es una narrativa que convierte la rutina diaria en algo interesante sometido a una hermenéutica en la que todo puede ser recuperado, en la que las sombras de lo irracional pueden ser iluminadas por la luz de lo racional. Se impone así un discurso articulado por los psicólogos y que está en sintonía con el individualismo del capitalismo: racionalidad instrumental e interés propio. Pero es un discurso de la racionalidad paralelo al discurso emocional que cristalizará en las nociones estrella de inteligencia emocional y de competencia emocional. Está muy bien que se cuestionen de una vez estos dos conceptos que parecen intocables, incuestionables. Es, como dice la autora, el capitalismo emocional, donde los discursos emocional y económico se moldean mutuamente. El axioma del control emocional, de la gestión emocional refleja por una parte la búsqueda instrumental de ganancias y por otra los modos contemporáneos de control social en la escuela y en la empresa. Los psicólogos hicieron de las relaciones humanas una categoría cultural de carácter problemático. 
 
     Otro planteamiento que adquirirá una gran importancia será el de la comunicación. Aquí es donde los psicólogos en general impondrán su planteamiento y su poder. Hay que verbalizar las emociones, hay que hablar de ellas para gestionarlas y para negociarlas. Aquí es donde se une el discurso de los psicólogos con el discurso feminista, en contra de la supuesta incapacidad masculina para entender y expresar las emociones. El discurso terapéutico de los psicólogos (apuntalado por las feministas) sería el siguiente: hay que conocer las propias emociones y saber expresarlas (inteligencia intrapersonal) y hay que entender las emociones de los otros y empatizar con ellas (inteligencia interpersonal). La conceptualización posterior será la competencia emocional, con lo cual dividimos a los humanos en competentes e incompetentes emocionales. En nuestro país estamos viviendo esta discurso hegemónico de una manera invasiva en el campo educativo. La cuestión ligada es la competencia en la comunicación: todo lo que puede decirse es mejor que lo que se calla. Eva Illouz cuestiona esta formulación : ¿es siempre mejor transformar las emociones en un discurso conceptual? ¿no estamos racionalizando excesivamente las emociones? ¿no estamos sometiendo nuestras vivencias a unas determinadas categorías culturales? 
   
   El código terapéutico combina la competencia moral, profesional y la emocional en el modelo del buen gestor. El buen gestor de una empresa o una institución es el buen gestor de su propio yo. El imperativo es controlar y controlarse. Pero ¿ quien controla, para quién y para qué ? Esta sería la pregunta clave. ¿No estamos privilegiando una razón instrumental en la que la vida es un conjunto de técnicas y procedimientos que anulan la singularidad de la experiencia humana? Una cuestión clave que presenta la socióloga es que la emoción pura no existe, lo que hay siempre es "una estructura del sentimiento" (como diría el gran sociólogo Raymond Williams), una organización ideológica de lo que sentimos que le da forma y sentido. Aquí estaría bien hacer una analogía con lo que dice el neurocientífico Antonio Damasio (al que sólo cita puntualmente) cuando plantea que la emoción es corporal y el sentimiento conceptual (es una codificación conceptual). Una visión complementaria, en la que uno insiste en el proceso mental y la otra en el cultural. También es interesante el cuestionamiento de la "biblia" actual de psicólogos y prsiquiatras (el DSM-IV), que nos transforma a todos en posibles perturbados, para gozo de las industrias farmacéuticas. Aquí hay una vinculación con el tema del biopoder o la biopolítica que Eva Illouz no desarrolla y que queda como cuestión para elaborar más a fondo.
  
La tesis básica de la autora es, en todo caso, que este discurso psicológico-terapéutico tiene como función una nueva clasificación y jerarquización social que divide a los miembros de una sociedad determinada en competentes e incompetentes sociales. Otra tesis importante es que la terapia se ha convertido en la lingua franca de unos servicios en alza en los países industriales avanzados que da juego a unos yoes cada vez más desorganizados para que manejen su vida. Y la tercera, muy interesante, es que la psicología resucita viejas formas de teodicea que acaban dando sentido al sufrimiento humano. Aquí me gustaría recordar la lucidez de Nietzsche cuando decía que lo que le resulta insoportable al ser humano es que su sufrimiento no tenga sentido. ¿Será entonces el discurso terapéutico una continuidad del discurso moral cristiano ?





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